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CAPÍTULO 24

 

TURISMO Y HOTELES

                            

Turismo Primeros hoteles Hotel Provincial

 

 

   TURISMO:

   Mar del Plata mejoró considerablemente y en forma acelerada, con la llegada del tren el 26 de septiembre de 1886.   Para los pasajeros que venían al pueblo, fue una gran ventaja porque acortó notablemente el tiempo del viaje. Con la llegada del ferrocarril, comenzó la promoción del balneario en Buenos Aires y en diciembre de 1866, con la llegada de gran cantidad de turistas, se inició la primera temporada veraniega. 

   Así como en el año 1886 se produjo este gran cambio, a fines de la década de 1930 comenzó una nueva etapa.  La habilitación del camino pavimentado Buenos Aires-Mar del Plata, tuvo una influencia decisiva en el aumento insospechado del turismo. Pronto la afluencia de automóviles fue multiplicándose y la ciudad recibió el aporte de extraordinaria cantidad de visitantes.

   El tramo Dolores-Mar del Plata, fue inaugurado por el Gobernador Dr. Manuel A. Fresco, el 5 de octubre de 1938 y se le impuso el nombre de Ruta Bartolomé Mitre. Ese tramo de la ruta 2, le costó a la provincia, la suma de $ 11.087.259.  En el acto inaugural, aparte del Gobernador, habló el Ministro de Obras Públicas de la Nación Dr. Manuel R. Alvarado y el Intendente municipal José Camusso.  Ese camino abrió nuevos horizontes al prodigioso desarrollo de Mar del Plata, convirtiéndose en el factor más ponderable de su febril expansión comercial, industrial, social, edilicio y turístico.

   Antes de su construcción existían dos posturas referentes a su recorrido.  Algunos preferían que fuera por el camino de la costa, que si bien era más largo, también era más pintoresco.  Otros proponían un trazado más directo, el que finalmente se concretó.

   El día de la inauguración todos querían participar, ciclistas, automovilistas con leyendas alusivas y los "gauchos de Vignolo", unos 300 jinetes entre hombres y mujeres acaudillados por Vignolo, vecino de la región.   A esta ruta principal, se sumó la construcción de otras más pequeñas y caminos regionales, que unieron Mar del Plata con Miramar, Balcarce, Tandil y Olavarría.

   Las rutas, poco a poco, fueron reemplazando a los viejos rieles, por lo que el uso del automóvil se fue popularizando y nuevas líneas de ómnibus de larga distancia competían con el ferrocarril.  Mar del Plata estaba dejando de ser el lugar de veraneo para una minoría.

   La construcción de la ruta 2 fue tan importante para el turismo masivo, que en la temporada posterior a su inauguración, el número de visitantes que concurrieron respecto al año anterior se duplicó, pasando de 50.000 a 90.000 personas.

   Aún a fines del siglo pasado, Mar del Plata era un balneario, con una infraestructura completa para el entretenimiento de los turistas que disponían de todo el tiempo libre.  En las inmediaciones de la playa, en una franja angosta, estaba la Rambla y había teatros, salas de juegos, salones de baile y restaurantes.  A principios de la década de 1940, las características sociales de los veraneantes cambiaron notablemente y la infraestructura turística creció y se expandió a otras zonas de la ciudad.  El turismo de masas, había reemplazado a las minorías de la elite porteña.

   Desde fines del siglo XIX, hubo en la sociedad argentina, especialmente en Buenos Aires, una transición hacia actividades económicas más próximas a las desarrolladas sociedades industriales.. Se pasó de una forma donde prácticamente no hay estratos medios y la población se polarizó en dos capas: la aristocrática y la clase media que adquirió gran significado y la movilidad social de esta última, aumentó.

   Mar del Plata no fue ajena a estos cambios. Hasta fines de la década de 1910, fue un reducto exclusivo de la aristocracia porteña.  Sin embargo a principios del año 1920, los sectores medios se hicieron más visibles en la ciudad, hecho que implicó cambios en la demanda puesto que sus posibilidades económicas no eran las mismas que las del turismo aristocrático, que les había precedido.

   A este hecho de características sociales, se le sumó el político: "La Mar del Plata Socialista". El 2 de enero de 1920, Teodoro Bronzini estaba listo para asumir su gestión como intendente socialista.  Era la primera experiencia de un gobierno socialista y nada menos que en una villa balnearia de la aristocracia.  Esto generó alarma y pocos turistas llegaron ese año a la ciudad.  Un matutino local recuerda que "...En la Capital Federal ha producido muy mala impresión el triunfo de los socialistas en la última elección comunal.  Como consecuencia de ello muchas familias han resuelto no venir este año a Mar del Plata". (Fuente: Diario La Capital, año 1920).  Pero, Mar del Plata comenzó a convertirse en una ciudad turística más amplia.

   Junto con la aparición de los sectores medios estaban los nuevos ricos, que eran aquellos que por la amplia movilidad social a la que se veía sometida la sociedad argentina, escalaron altas posiciones dentro de la estructura social, fruto de su incorporación en actividades como la industria, el comercio y las finanzas, con fortunas que no revestían ni herencia ni apellidos tradicionales.  Por lo tanto, esta heterogeneidad de sectores sociales, contribuyó a cambiar la fisonomía tradicional de la Mar del Plata de principios de siglo ya que hubo una presencia masiva de turistas, de los sectores medios y populares más acomodados.

   Pero hacia fines de la década de 1920, hubo un descenso en el ingreso de turistas y la actividad comercial conoció días muy duros y difíciles. Para el año 1928 la situación económica era ya apremiante pues se avecinaba la crisis de 1930.  Para salvar esta situación, se creó una agrupación cuyos fines eran los de encauzar una amplia propaganda en favor del balneario, con el fin de atraer la corriente de turistas argentinos, por entonces restringida considerablemente, para poder así revivir el comercio.

   El descenso en el ingreso turístico, se enmarcaba en lo que mundialmente se conoció como la Crisis de los Años Treinta, donde por las dificultades en el comercio agroexportador como consecuencia de la parálisis del comercio mundial, se frenó el crecimiento inusitado que hasta esa época se había experimentado.

   La alterada economía mundial, obligó a todos los países a tomar medidas de defensa contra los desajustes producidos por un mercado incontrolado.   Por esta razón un país como Gran Bretaña, que había sido el comprador más importante de la Argentina, decidió erigir una barrera arancelaria contra las importaciones provenientes del resto del mundo, pero no así de sus dominios, como Canadá y Australia y sus colonias de Asia y África.  Esta barrera implicaba, que la carne no podía llegar desde la Argentina en condiciones competitivas con Australia y Nueva Zelandia.  El precio local se desplomó, amenazando de ruina a la mayor parte de los productores ganaderos del país.

   El gobierno de Agustín Justo (1932-1938) decidió negociar, concertándose el acuerdo conocido como "Tratado Roca-Runciman".  Por este tratado se le permitía a la Argentina enviar una cierta cantidad de su mejor producción de carne enfriada (Chilled Beef) a Londres, libre de gravámenes.  A cambio de esto, se aceptaría también en condiciones privilegiadas, en la Argentina, al carbón y a ciertos productos industriales británicos.  Pero hasta llegar a esta solución, los años que le precedieron fueron de cierta incertidumbre e inestabilidad económica, puesto que se sufrió en general un deterioro de los ingresos.

   En el ámbito marplatense, el deterioro de las finanzas amenazó la actividad turística.  Por ello se pensaron medidas para revertir dicha situación.  Surgieron los llamados "Boletos Combinados", que comprendían un pasaje de ida y vuelta en tren, hotel con hospedaje y pensión completa. Estaban pensados tanto para fines de semana -que eran solo de tres días- y para quincenas y su precio variaba según el hotel escogido, ya que la promoción incluía seis categorías de hoteles.

   Este proceso de ampliación de la base social del turismo, fue progresivo y ya para el año 1938, el turismo hacia Mar del Plata se normalizó.

   En la década de 1940, surgió lo que se llamó mundialmente "Estado de Bienestar".   Esta concepción se basaba en la responsabilidad del Estado sobre aspectos diferentes de la vida de la sociedad: salud, educación, previsión social y recreación.  El Estado planificaba directa o indirectamente, el tiempo libre de los ciudadanos.   El descanso anual de los trabajadores se convirtió así, en una preocupación.  Los sindicatos proporcionaron hoteles para sus afiliados y el Estado construyó colonias para que los niños de menores recursos también pudieran veranear.  Las vacaciones pasaron a ser un derecho del trabajador.

   Desde esta nueva concepción, se creó en la ciudad toda una infraestructura al servicio del turista.  El paisaje urbano se modificó profundamente.  La propiedad horizontal reemplazó las importantes mansiones afrancesadas, el puerto fue revalorizado como el protagonista del desarrollo de la industria pesquera y sus muelles se vieron poblados de lanchas amarillas, que atraían a los visitantes. En lo que respecta a los lugares de entretenimiento, en el año 1939, el Casino actual sustituyó al antiguo casino Bristol y dejó de ser un lugar de diversión exclusivo de la aristocracia porteña.

 

   PRIMEROS HOTELES:  

   Los primeros años del pueblo de Mar del Plata, estuvieron signados por las actividades rurales.  El pueblo era frecuentado por los tripulantes de las embarcaciones que efectuaban el transporte de tasajo al Brasil y de frutas y verduras de la zona a Buenos Aires, Montevideo y otros puertos.  Estos marineros pernoctaban en las "Fondas", que fueron los primeros hospedajes de la zona.

   Pero con la primera llegada de los veraneantes y luego la inauguración del ferrocarril en el año 1886, esas fondas fueron desplazadas por grandes hoteles, cuyos trazos arquitectónicos reflejaban las ideas europeizantes, que sostuvo la generación que hizo Mar del Plata.

   La llegada de la aristocracia porteña, motivó la construcción de más comodidades para hospedarlos.  Hacia mediados de 1883 se construyeron hoteles ostentosos, con grandes salones de baile y una arquitectura muy particular, adaptada seguramente a las complicadas vestimentas femeninas.    A partir de aquí, llegaron presidentes, vicepresidentes, ministros, diputados de la nación y grandes intelectuales de la época, como Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Lucio V. Mansilla, Roque Sáenz Peña, Paul Groussac.  La elite cambió las quintas de recreo en las afueras de Buenos Aires por el aire marino de Mar del Plata.

   Las primeras familias que comenzaron a veranear en esta zona, se instalaron en hoteles como "El Progreso", en las hoy calles San Martín y Santa Fe o el "Grand Hotel" (antes La Marina) en la hoy Av. Luro.

   Con la ampliación de la red de transportes, la afluencia de familias porteñas fue mucho más numerosa.  Y por ello, con el incremento de la cantidad de pasajeros ingresados en las épocas de verano al pueblo, implicó, la necesidad de ampliar los servicios de hoteles para los turistas.  El 8 de enero de 1888, se inauguró el Hotel Bristol, preparado para recibir a la oligarquía porteña.  Este fue edificado por una sociedad de veraneantes presidida por el Dr. José Luro y estaba destinado a un grupo minoritario. El Hotel Bristol cobraba $ 15.- por día y por persona, hecho que significó la exclusión del grueso de la población puesto que por entonces, por ejemplo, un peón de policía percibía un salario mensual de $ 55.- y un peón rural $ 30.- mensuales. A su inauguración concurrieron entre otras personalidades, el vicepresidente de la Nación, Carlos Pellegrini y su esposa y el último zar de Rusia, Nicolás II.

   Figuras como las de Carlos Pellegrini, le dieron el toque aristocrático al Hotel Bristol y a sus playas y a partir de entonces, el mundo porteño invadió el nuevo centro veraniego.  Fueron abandonando poco a poco sus vacaciones en las estancias, para volcarse hacia esta zona. Esto convirtió a Mar del Plata en un pueblo pujante de veraneo de la elite; se la dotó de todo lo que una villa balnearia con estas características necesitaba: hermosas ramblas (lugar obligado de las damas para su paseo crepuscular), hospital, teatro y palacio municipal.

   En los hoteles se hacía diferencias sociales.  En el Grand Hotel, iban las familias acomodadas provincianas, de vida más simple y sin etiqueta.  También hubo hoteles que tenían diferentes alas según la clase social a la que pertenecía.  Fue el caso de un hotel bicolor, pintado la mitad de color rosado y se llamaba Hotel Victoria, que estaba destinado a gente distinguida.  La otra mitad, de color blanco, se llamaba Hotel Progreso y se alojaba la gente menos pudiente.  La clase media acomodada se ubicaba en el Hotel Confortable o en el  Hotel Royal.  En cambio, los viajantes de comercio se instalaban en el Hotel de los Vascos, frente a la Estación Vieja de trenes.

   La construcción del Hotel Bristol también marcaría una estricta estratificación social, pues a partir de aquí, hubo una diferenciación en los lugares de alojamiento, es decir, no toda la aristocracia se podía alojar en los mismos hoteles.  La oligarquía más rancia de Buenos Aires, con mayor figuración social y de vida más mundana como el Teniente General Bartolomé Mitre o Mariano Unzué, lo hicieron en el Hotel Bristol o en el Hotel Regina, donde el último piso se reservaba a las mejores y ricas familias que venían a veranear.

   En tanto, otros hoteles alojaban a las familias que no estaban dentro del círculo anteriormente citado.  Muchas de estas familias hacían lo imposible para relacionarse con los Unzué, los Anchorenas y otros, especialmente cuando tenían hijos solteros en edad de casarse.

   La elite porteña, cuyo poder residía política y económicamente en Buenos Aires, no era ajena a los destinos de la ciudad.  Su influencia se hizo sentir especialmente durante los gobiernos conservadores o en la designación de los "comisionados" de la ciudad.  Estos funcionarios eran los encargados de cumplir los deseos de esa "aristocracia", como la construcción de ramblas, paseos y explanadas.

   Desde fines del siglo XIX, en Buenos Aires comenzó poco a poco una transición hacia actividades económicas más próximas a las sociedades industriales.  Se pasa de una forma donde la población se polariza  en dos capas, la aristocracia y las capas medias, que adquieren mayor significado. Por lo tanto, estos nuevos sectores sociales de la clase media, cambiaron la fisonomía tradicional de Mar del Plata.

   En función del nuevo panorama, lo primero en modificarse fue la oferta hotelera, ya que aparecieron los hoteles de primera, segunda, tercera y hasta cuarta categoría, con el objeto de cubrir una gran gama de posibilidades, hecho que habla a las claras de un nivel adquisitivo menor y heterogéneo, ya que había veraneantes y viajantes tanto como para el de segunda como para el de cuarta categoría.

   Otro hecho significativo es que para el año 1928, los hoteles de tercera y cuarta categoría, superaban en su capacidad a los de primera y segunda -el turismo de la elite-.  La clase alta porteña que se había gestado a principios de siglo, se había reducido a una mínima expresión, ante la presencia casi masiva de los sectores medios y populares más acomodados.

   Este proceso de ampliación de la base social del turismo, fue progresivo y para el año 1938, se contaba en Mar del Plata con 5 hoteles de primera, 13 de segunda, 35 de tercera, 35 de cuarta, 69 de quinta, 146 de sexta categoría y más de 38 casas de pensión.

 

   HOTEL PROVINCIAL:

   Con el tiempo, Mar del Plata se convirtió en uno de los balnearios más prestigiosos del mundo. Esta ciudad balnearia, forjada en los tiempos añorados de la «Belle Époque», cuando la sociedad porteña de principios de siglo iniciara en sus periódicos éxodos veraniegos hacia las doradas playas atlánticas, es hoy, al margen de la época del año en que se la transite, capital turística de los argentinos.

   Con casi 700.000 habitantes (según el censo de 2001), una atractiva infraestructura, una vasta red de comunicaciones y una variada agenda cultural y deportiva, esta ciudad atrae anualmente 3.000.000 de turistas. Rutas de acceso pujantes, un aeropuerto de excelente operatividad, trenes diarios desde Buenos Aires y un puerto accesible a la navegación ultramarina, son factores determinantes del protagonismo de Mar del Plata hoy día.

   Y es aquí, junto al mar, donde levanta sus líneas majestuosas el Gran Hotel Provincial. Ubicado en un punto neurálgico de Mar del Plata, entre el Boulevard Marítimo y la costa atlántica, este edificio integra un conjunto urbanístico de macizos gemelos junto al Edificio Casino, cuyos valores arquitectónicos son metáfora y símbolo de la ciudad y el país.

   La construcción de una nueva rambla, dispuesta por la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en el año 1938, resulta el punto de origen histórico del edificio. El proyecto del arquitecto Alejandro Bustillo, de composición y lenguaje clasicista y formas rotundas y regulares, provoca un poderoso impacto urbano protagonista de todas las postales de la ciudad.

   El Gran Hotel Provincial no sólo es un elemento cierto del patrimonio cultural, sino también un establecimiento de características internacionales. Las diversas dependencias se encuentran distribuidas en alrededor de 77.500 m2, desde el estacionamiento subterráneo hasta los 37 metros de altura, incluyendo lote de playa, sector de rambla y locales comerciales.  

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