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CAPÍTULO 22

 

RESIDENTES DE MAR DEL PLATA

 

 

   Desde   fines del siglo XIX, Mar del Plata recibió un importante caudal de extranjeros, no siempre directamente del exterior.  Eran inmigrantes que arribaron a Buenos Aires y no encontraron en ella o en la campaña agrícola donde residían, las oportunidades deseadas.  Esta situación se hizo más evidente con los efectos de la crisis económica del año 1890. Al estudiar las biografías de muchos conocidos vecinos, se encontró que la fecha de llegada e instalación de sus familias en Mar del Plata, coincide con ese proceso (1).

   En un sentido estrictamente demográfico y al igual que el fenómeno nacional, la incorporación de extranjeros tuvo un fuerte efecto en el perfil de la estructura de la población.  Una abrumadora mayoría de los primeros habitantes de Mar del Plata, eran varones solteros de edades intermedias.  Este inicial desequilibrio sexual,  se hizo notar no sólo en la composición de las parejas (aumento de los matrimonios con componente femenino nativo), sino también en las variaciones de las tasas de nupcialidad, natalidad y mortalidad.  La población cambiaba en cantidad, en sus proporciones, pero también en el ritmo de reproducción.

   En los primeros años del Partido, se podían encontrar apellidos británicos como MacGaul, Johnston, Atkinson, Sheridan, McMicking, quienes estaban radicados en el campo dedicados a la ganadería ovina y otros como Spell, Jackson, Pouvers, que habían venido con la construcción del ferrocarril o Guillermo Bevan, que fue  bañero. También apellidos centroeuropeos como Meutke, Muller, Dieckman, Berg, Ruegg, Schnider, Hudels, Kven, Mircok, algún austríaco como  Frone, Ecker o italianos como Ventura, Sinagra, Valentini, Negri, Miori, Felippe, Chiquini, Zacarizza.  Todos ellos, como un buen número de vascos, correspondieron a la temprana oleada de inmigrantes que llegaron al país a mediados del siglo XIX.  Con el tiempo, la importancia relativa de estas nacionalidades, fue desapareciendo entre la población extranjera, a medida que quienes provenían del sur de la Europa mediterránea, se volvieron mayoritarios.

   Este conjunto de nacionalidades donde se representó la participación relativa de nativos y extranjeros por sexo y grupo de edades en cada etapa censal, dio la resultante de las transformaciones de la estructura demográfica a pesar que la información, en este sentido no es homogénea, dadas las carencias del censo del año 1947.

 

Distribución de la población adulta por sexo y origen
 

Años Argentinos. Varones Argentinos Mujeres Extranjeros Varones Extranjeros Mujeres
1881 815 - 35% 610 - 26% 721 - 30% 205 - 9%
1895 1.061 - 22% 975 - 20% 1.889 - 39% 957 - 20%
    1914(*) 4.630 - 22% 4.581 - 21% 8.113 - 37% 4.083 - 19%
1947 (+) 27.008 - 34% 26.977 - 34% 16.144 - 20% 9.926 - 12%


NOTA: Los datos del cuadro son estimados.  (*) El III Censo Nacional del año 1914, no ofrece datos de la edad de la población, por lo que esta estimación debe tomarse con reservas.  (+) El IV Censo no discrimina la población por edades según nacionalidad.  Se ha calculado sobre la población mayor de 20 años, por lo que es probable que se sobredimensione (no más de un 10%), la proporción de extranjeros.

 

   El diferencial numérico entre los sexos, fue mucho más marcado en el período temprano (últimas décadas del siglo XIX).  Esto se explica por la composición del origen de la población y el peso relativo que le cupo a la inmigración.  La sobremasculinidad de los europeos, incidió directamente sobre el total de la población.

   Mientras en el año 1881 había 148 hombres por cada 100 mujeres, en 1895 baja a 131 y hacia finales del período es casi equivalente.  Pero en la población extranjera la diferencia se mantuvo, con tendencia decreciente en favor de los varones: en el año 1881, 317 varones cada 100 mujeres; en 1895, 179 y en 1947, 162 hombres por cada 100 mujeres.

   Este desequilibrio se debió a que en los años iniciales de nuestro período, el tipo de explotación económica (netamente ganadero), insumió básicamente mano de obra masculina y temporaria.  Por otro lado, el escaso desarrollo de la agricultura cerealera, se constituyó en un débil aliciente para la radicación de familias en el campo, como fue el caso de otras regiones de la Provincia o del sur santafesino (2).

   Si se agrega a esto la crónica cultura de estacionalidad generada por la precoz condición de villa balnearia o las exigencias del cultivo de la papa en el campo, hacia mediados del siglo XX, se comprenderá mejor el mayoritario arribo de varones.

   En cuanto a la condición civil, hay que tener en cuenta que pudo haber existido un motivo que aumentó la verdadera cantidad de personas sin pareja, ya que las categorías censales carecen de precisión para dar cuenta de situaciones de amancebamiento transitorio, uniones no legalizadas o de personas separadas o divorciadas (a excepción del año 1947).  No obstante, con el tiempo se perfiló una lenta equiparación entre los sexos, como correlato de la medida que disminuye la relación entre hombres solteros y casados y aumenta la cantidad de mujeres extranjeras y el arribo de familias.  En ese proceso, el incremento demográfico fue determinante.  Hasta el año 1914, la población total creció ocho veces, mientras que los habitantes del núcleo urbano, aumentaron unas 30.

 

Localización de la población
 

Años Población urbana (*) Población total % urbana % rural
1881 1.014 4.030 25,17 74,83
1890 4.975     8.639  + 57,59 42,41
1895 5.187 8.175 63,43 36,57
1904 x 7.756 12.712 61,02 38,98
1906 x 10.934 13.687 75,95 25,05
1914 28.240 32.940 85,74 14,26
1938 x 62.914 72.159 86,19 13,81
1945 114.729 123.811 92,17 7,33


NOTA: (*) Alude a la población radicada en el Cuartel I.  (+) Incluye a la población de lo que sería el partido de General Alvarado desde el año 1891.  (x) Estimado en base a la "Memoria del Intendente Ceretti", los "Boletines Municipales 1933/38" y el "Censo provincial del año 1938".

   El rápido aumento de población, tuvo por escenario casi exclusivo el ámbito de Mar del Plata.  La tasa de crecimiento del sector urbano a lo largo de todo el período, fue superior a la del total del Partido, hasta dar como resultado una proporción de más del 90 % a mediados del siglo XX.  El ritmo de llegada de población a Mar del Plata en esa época, debió ser uno de los más altos para una ciudad pequeña o intermedia de la Provincia.

   A la prosperidad de las estancias de los alrededores, hay que agregar la opulencia de los veraneantes (en su mayoría los beneficiarios directos de la gran expansión económica nacional de principios del siglo XX), para encontrar alguna  de las razones que perfilaron el surgimiento de Mar del Plata y el fenómeno urbano resultante.

   La historia del proceso de formación de las aldeas o villas de la Provincia siguió -como una secuencia natural- al crecimiento económico y la consecuente diversificación de la producción rural de la zona de influencia.  Aumentó la población y con ella la demanda de abastecimiento, de servicios religiosos, educativos, sanitarios, de esparcimiento, de nuevas y más confortables viviendas, etc.  Así comenzaron a surgir escuelas, teatros, iglesias, hospitales, cementerio, mensajerías, cocherías, tranvías, bancos y correo.  Una multiplicidad de negocios donde se pudo comprar sardinas españolas, vinos italianos o alpargatas porteñas, como una muestra de convergencia de nuevas y antiguas necesidades que el progreso -la expansión económica- y el ferrocarril permitían satisfacer.

   Para la formación de una imagen más ajustada de Mar del Plata y sus habitantes, es importante señalar que en el año 1874, se había delimitado al Cuartel 1, como el ejido del pueblo, por lo que se consideró urbana a la gente localizada en ese sector. Hasta principios del siglo XX no se puede precisar, con justeza, del carácter urbano de todos los habitantes allí instalados.  En realidad muchos de ellos eran ocupantes, en las zonas perimetrales, de chacras o quintas donde se practicó la agricultura.  No obstante, las cifras son elocuentes en cuanto a la creciente concentración de habitantes en el núcleo urbano, insinuada al finalizar el siglo XIX y cristalizada en la ciudad de mediados del siglo XX.

   Para los últimos años del siglo XIX, se cuenta con información valiosa para hacer un análisis más profundo de las singularidades de los habitantes (3).  Con sus datos, se percibe con claridad y se acerca bastante a los marplatenses de 1890-1900 y la realidad de sus vidas cotidianas.    El Partido contenía algo más de 8.000 pobladores -el doble que en el año 1881- y Mar del Plata era un incipiente pueblo que ya aglutinaba el 62 % de los habitantes.

   De los 5.187 habitantes que se contaban en el pueblo en el año 1895, 2943 eran varones, repartidos casi por igual entre nativos y extranjeros.  En cambio las argentinas, doblaban en número a  las mujeres inmigrantes,  mientras que en el campo había más varones que mujeres y las proporciones se mantenían en lo que se refiere a sus lugares de origen.

   En cuanto a las nacionalidades, se puede ver a través de los cortes censales las vicisitudes de la afluencia de población de ultramar al Partido que reitera los patrones de la inmigración en general, es decir el paulatino "reemplazo" de los centroeuropeos por quienes provenían del sur de Italia y de España.  El equilibrio entre los sexos de los argentinos se debe a que está agregada la distribución por edades.

   Se saben cuantos eran, de donde provenían, cómo organizaban su estado civil, pero todavía poco se sabe como vivían o bien de que vivían estas personas, que se asentaban precariamente en una pequeña y moderna villa balnearia, prefigurando una sociedad urbana que, en cuanto a sus relaciones sociales, estaba aún en formación.

 

La población por nacionalidades
 

Orígenes 1881 * Varones 1881 * Mujeres 1890 Varones 1890 Mujeres 1895 Varones 1895 Mujeres 1914 Varones 1914 Mujeres
Americanos 36 5 27 19 13 7 91 83
Orientales  1 19 3 45 28 44 14 168 129
Alemanes 16 6 21 9 23 18 22 27
Austriacos 3 --- 22 6 25 11 56 20
Españoles 312 109 911 491 741 470 4.890 2.764
Franceses  2 134 48 440 181 239 168 331 235
Ingleses     3 27 11 41 33 33 17 38 11
Italianos 196 50 861 342 883 405 3.904 2.025
Suizos      4 9 6 46 16 43 25 33 18
Europeos O. 4 --- 24 8 23 18 214 50
Otros       5 --- --- 1 1 --- --- 318 68
Extranjeros 756 238 2.439 1.135 2.067 1.153 10.065 5.430
Argentinos 1.650 1.386 2.574 2.491 3.803 3.616 8.632 8.813
Total 2.406 1.624 5.013 3.626 5.870 4.769 18.697 14.243
Total Gral. 4.030 8.639 10.639 32.940


FUENTES: Censos Nacionales y Provinciales: se consideró las categorías censales.

REFERENCIAS: (*)- El partido de General Pueyrredón, todavía comprendía al partido de General Alvarado.  (1)- Alude a los uruguayos, que pueden ser hijos de inmigrantes europeos y nacidos en Montevideo.  (2)- Puede incluir vascos franceses o españoles.  (3)- Esta categoría debería llamarse británicos, pues incluye a escoceses, irlandeses e ingleses.  (4)- La mayoría de los suizos provenían de regiones italianas.  (5)- En gran parte eran de origen sirios y libaneses.


   No se puede conocer con precisión los sitios de residencia de los habitantes permanentes del pequeño pueblo, pero siguiendo los testimonios que aportan los historiadores locales, se puede pensar que la ocupación espacial se limitaba a unos pocos sectores con características propias según la estructura ocupacional de la población del año 1900 (4).

   Los "pescadores o los bañeros" residían, en un principio, en las proximidades de la Barraca Luro -donde guardaban sus embarcaciones de vela, luego de izarlas desde el muelle- o en la playa, al costado sur de la Rambla, donde sacaban sus botes desde el mar arrastrándolos por la arena con caballos.  Eran en su gran mayoría italianos y conformaban un conjunto donde predominaban los hombre jóvenes solteros.  Eran los propietarios o bien la mano de obra en la extracción de pescado, ya que cada bote -sobre todo los de la playa- necesitaban de ocho personas para realizar todas las tareas, pero no se puede aseverar que esa cantidad fuese la tripulación embarcada; sin embargo, cada lancha censada en el año 1895, contaba con ese número de trabajadores (5).

   En general, la cosecha era consumida localmente y seguramente no fueron volúmenes muy importantes teniendo en cuenta las características del tipo de explotación.  Con el tiempo y la ayuda del Ferrocarril Sud, esta producción encontró un estímulo al ser posible su traslado a Buenos Aires. Si bien éste era el mayor centro de consumo, debía competir allí -por una demanda muy restringida- con los pescadores del litoral fluvial, que tenían mejores condiciones de acceso al mercado porteño.

   Sin embargo, en la primera década de 1900, cuando esa competencia se tornó más desfavorable, los reclamos de los pescadores demandaron el cambio de horario del tren -que partía alrededor de las 7 hs. de la mañana en verano y a las 9 hs. en invierno- por una frecuencia que partiera a la madrugada, ya que los pescadores marplatenses no llegaban a tiempo al mercado porteño, por lo que se vendían primero los productos extraídos más cerca de la ciudad de Buenos Aires, dejando a la producción marítima como remanente para el día siguiente, en condiciones poco propicias de conservación (6).

   De estos pescadores italianos, se pueden reconocer algunos grupos familiares, aunque no siempre familias "nucleares" (7).  Éstas eran pocas y se fueron constituyendo con la llegada de novias o esposas de Italia, a medida que el trabajo prosperaba.  Muchas de aquellas se cuentan hoy día, entre los apellidos más antiguos de la ciudad.

   Otros italianos que residían en la playa, se fueron dedicando a los servicios del balneario. Eran grupos de parientes -generalmente hermanos-, como el caso de los Carboni (desde el año 1886) en la Perla o los Giaccaglia.  Ellos eran, complementariamente con la pesca, los guardavidas del pequeño balneario, ya que su ancestral vinculación con el mar, los habilitaba para asistir a los bañistas que llegaban a esas playas.

   Existía otro sector de la ciudad (alrededor de las hoy Alvarado y Tres Arroyos), donde convivían europeos de distintas nacionalidades, en su mayoría con ocupación de "agricultores o labradores", como el caso de los españoles. Era el llamado "Pueblo Nuevo" y era una zona de chacras y quintas, en torno del "Almacén de Lanfranconi".  Este sitio estaba distante del centro del pueblo y de la estación del ferrocarril, al punto que demandaba el caballo o un carro para trasladarse.  Era el lugar donde se localizaba la producción agrícola.

   Eran chacras de pequeñas dimensiones, donde habitaban en reducidas casas de ladrillo con techo de chapas de zinc, de dos habitaciones y una cocina en "chorizo", muy cerca una de otra y a veces, más de una dentro de la misma unidad productiva.

   En general, sus habitantes eran familiares entre sí, hermanos, con sus esposas e hijos o cuñados con sus familias, más algún familiar o paisano (de su lugar de origen), que se agregaba al hogar.  Aquí predominaban los casados, por lo que no parecía haber demasiada diferencia numérica entre los sexos.

   La historia demográfica social europea que generalmente atiende al problema de la organización familiar y la unidad doméstica para mayores períodos de tiempo -y para dimensionar las modificaciones socioculturales del grupo familiar con las transformaciones de la estructura económica y la base social-, hace hincapié en la incidencia de la limitación, física o jurídica, del acceso a la tierra en la organización de los hogares, sobre todo para las sociedades agrarias.(8)

   En cada país o región se han ido encontrando las distintas estrategias que adoptó la familia nuclear, a diferencia de la persistencia de la familia extensa -donde residían varias generaciones en un solar-, la que se sabe es muy anterior a la revolución industrial.

   En un país del tipo de poblamiento como la Argentina, el caso de Mar del Plata, muestra una organización de la unidad doméstica que podía reflejar las facilidades de acceder a la explotación de la tierra, en ocasiones propia, a veces como arrendatarios o simplemente asociados con el propietario ( paisanos o familiares) de estas chacras, de 4 por  4 manzanas o a lo sumo 6 por 4 manzanas.

   La residencia de estos últimos, indiferenciada de los hogares, encubre una estrategia colectiva de explotación de la parcela de tierra, ya que además del cultivo predominante (maíz y papa), cosechaban una gran variedad de legumbres y contaban con árboles frutales que exigían para su recolección -dadas las dimensiones de la unidad productiva y la disponibilidad de capital-, un uso intenso de mano de obra aportada por el grupo doméstico.  La crianza de animales de granja más algunas vacas lecheras, corría generalmente por cuenta de las mujeres de la familia.

   Tanto ellas como los hombres, solían agregar a su magro presupuesto, los ingresos que les deparaba la venta domiciliaria de la leche (para lo cual, algunos hogares disponían de un carro y un caballo) o lo obtenido con alguna horneada de ladrillos.

   Las mujeres adicionaban su trabajo como costureras, para el que raras veces disponían de una máquina de coser, pero sí de la ayuda de las mujeres jóvenes.  Salvo cierta comercialización y unas pocas actividades, casi nada demandaba moverse y salir del Pueblo Nuevo.

   Residían también en el pueblo, una variedad de "pequeños artesanos" de manufacturas y que tenían su taller en su propia casa. Tal es el caso de 21 zapateros, 4 talabarteros, 20 sastres, modistas y bordadoras, 2 colchoneros (los hermanos Rizzo).  Estas cantidades, no consideran la enorme masa de jornaleros (trabajadores o peones a jornal), que se encontraban en cada taller o pequeñas unidades productivas.(9)

   Estos artesanos no tenían patrones de vecindad, como el caso de los agricultores ejidales.  En realidad eran talleres domésticos que ocupaban a dos o tres personas, donde también colaboraba algún hijo adolescente o algún aprendiz, el que generalmente dormía en el mismo lugar de trabajo y pocas veces compartía el origen étnico o familiar del patrón.  Los más prósperos contaban con el auxilio de alguna herramienta mecánica muy elemental.  Estuvieron organizados en unidades familiares claramente nucleares (padres e hijos), motivo por el cual no se encontraban solteros o muy jóvenes.

   Existían algunos oficios que eran desarrollados y mantenidos por la unidad familiar, basados únicamente en el trabajo masculino de varias generaciones: es el caso de los plateros, joyeros y relojeros, que también poseían un taller doméstico muy pequeño.

   Los establecimientos manufactureros más importantes dentro de los artesanos, eran los que fabricaban carros, que tenían un ámbito y una organización del trabajo independiente del lugar de residencia del patrón y que demandaban muchos materiales "importados" (de fuera de la región).  Involucraban hombres jóvenes sin oficio, que trabajaban por jornal, pero también personas especializadas, como carpinteros, herreros, hojalateros y tapiceros.

   En el caso de los carpinteros, salvo la carpintería de Carlos Sesia que ocupaba a 20 personas (9), con una importante inversión en capital y maquinarias, en general las carpinterías de Mar del Plata, sólo contaban con 3 ó 4 obreros.  En su mayoría estos artesanos domésticos no disponían de capital (quizá tampoco de demanda), para montar una unidad productiva de importancia, pero sí podían sobrevivir y hasta progresar con un taller pequeño y escasas herramientas.  En su mayoría, eran hombres casados que compartían su vida cotidiana con su trabajo.

   El caso de los herreros, que fueron en promedio de edad más jóvenes -excepto los que trabajaban para Colture (9), que tenía una importante inversión de capital y trabajo de escala- es similar a los carpinteros.  Es importante destacar que estos talleres se ubicaron  en la zona de quintas o a los bordes del centro comercial.

   La importancia de la "construcción" en Mar del Plata, ya es conocida y sin llegar a las magnitudes de mediados del siglo XX, había 123 personas que declararon tener como ocupación la albañilería (cerca de un 10 % de los varones adultos), seguramente como un oficio muchas veces complementario, dada la estacionalidad de la agricultura o el servicio a los veraneantes.

   Una de las inversiones más importantes en cuanto a capital y trabajadores, eran los "hornos de ladrillos", que se localizaban en la zona de quintas.  Los dos hornos más grandes llegaron a tener entre 15 y 18 obreros y sus propietarios eran Carlos Lanfranconi y Martín Churio, que estaban muy próximos entre sí. También había otros más pequeños, que formaban parte de la explotación de sus parcelas de tierra por parte de algunos agricultores, poniendo en competencia la extensión de sus cultivos y desmejorando la calidad del suelo, como el de Marcón, cercano a las hoy Avdas. Independencia y Juan Bautista Justo y que normalmente ocupaban a 2 ó 3 trabajadores.

   Los únicos "yeseros", eran los hermanos Canetti que, aparentemente, no tenían competidores en el pueblo de Mar del Plata por el año 1890.  La explotación de la cantera del puerto o de alguna cantera de cal, daba ocupación a unos 30 picapedreros y marmolistas, en su mayoría hombres solteros, suizos, austríacos o italianos del norte.

   En el centro del pueblo y a lo largo de la hoy Av. Luro (zona comercial), se localizaban los servicios de comerciantes de abastos a residentes y veraneantes.  Allí vivían y atendían sus locales los matrimonios propietarios de mercados de frutas y verduras, además de 14 ó 15 carnicerías, que daban trabajo a unas 45 personas -todos jóvenes extranjeros- y estaban organizadas a través de la mano de obra masculina de una familia.

   Los "tambos" (en sentido comercial), como las "fábricas de quesos o de manteca", quedaban fuera del ejido y en su mayoría formaban parte de la estrategia económica de explotación de las estancias más cercanas al poblado. Los dos tambos más grandes del Partido, en esos años, estaban en la estancia de Petrona Heguilor a cargo de las familias Orgambide y Valsecchi, respectivamente y quien también fabricaba quesos, era la familia Schneider en los campos de Juan P. Baylac.(9)

   Las "panaderías" que proveían pan para el consumo urbano, tenían una exigencia particular en la organización de su elaboración, ya que en la región prácticamente no se cultivaba trigo (salvo unas 1.035 hectáreas en las grandes estancias, que contaban con la tecnología necesaria y  tenían como destino la comercialización en Buenos Aires).  Por ese motivo, se compraba la harina en Buenos Aires y se traía por ferrocarril y la compra en esa ciudad se prolongó por varios años, debido a que el molino de Pedro Luro, tenía una capacidad productiva limitada frente a la creciente demanda local.

   Mientras la faena de carne y el abasto incluía una red de pequeños intermediarios, la producción de pan fue efectuada en grandes panaderías como las de Perrier o Canal-Cancellier (9).  Los oficiales panaderos de estas panaderías, eran casi todos españoles y franceses y entre ellos no había ningún vasco ni italiano, pero los peones eran todos argentinos.

   Las exigencias del próspero pueblo y la creciente afluencia de porteños,  hizo prosperar una pequeña "fábrica de pastas y dos de licores". Una de éstas, muy importante, fue  Negro e Ísola, que empleaba 7 trabajadores, todos italianos como sus dueños.  Una buena parte de sus productos iba a la gastronomía local.

   Pero no era ésta la única parte más importante del sector comercial.  Se contaba además con varios almacenes con distintos rubros, por donde se comercializaban las mercaderías que se traían de Buenos Aires, nacionales  o importadas, mediante el tráfico de cabotaje del Lloyds Commercial, que notablemente pudo perdurar en su competencia con el ferrocarril.  Un buen número de esos comercios, sobre todo de comestibles y enseres, estaban al mando de españoles y daban sustento a gran parte de la población local.  Eran empresas familiares donde el tiempo de trabajo de la mujer contaba como el del hombre.  Muchos de estos almacenes o tiendas, eran una primera instancia de ubicación, como dependientes, para muchos inmigrantes que luego emprenderían su propio negocio.  Éstos residían con el grupo familiar del propietario.

   Otro rubro comercial, cuya ganancia fue considerable, fueron los "consignatarios" (comercializadores) de frutos del país. Tal es el caso de Cadra, Bañuelos, Mona, Meutke, Mariani y  Uzabarrena, que hacían su comercio  en el  pueblo de Mar del Plata. A pesar que esta actividad no demandó demasiada mano de obra, la especialización productiva del Partido en la extracción de cueros y lana, movilizó grandes cantidades de dinero.  Además estos almacenes comercializaban la papa y el maíz, que se producía en la zona y además introducían el principal combustible: el carbón, utilizando para ello el Ferrocarril Sud.  Algunos de ellos eran fuertes propietarios, sobre todo en el sector de chacras, como Gabriel Etcheveste, que tenía sus tierras en arrendamiento agrícola.(9)

   El trabajo de "sirvientas o cocineras" apareció en gran número y predominaban habitando en las casas de las familias importantes. Éstas eran actividades que daban oportunidad al empleo femenino.  En el año 1895, aproximadamente un 40 % de la población económicamente activa -mayor de 15 años- eran mujeres.  De éstas, solamente un 35 % a un 40 % declaró tener alguna ocupación, sin que se pueda precisar si era trabajo domiciliario o no y si en todos los casos, implicaba remuneración salarial.

   En general, el trabajo reservado a las mujeres fue siempre la provisión de servicios, sobre todo en este tipo de sociedad donde la producción fabril todavía no existía.  Las ocupaciones más importantes, diferentes de las tareas doméstico-familiares, eran las de "lavanderas y planchadoras". Cerca de 120 mujeres, de entre 18 y 40 años, obtenían alguna retribución por este tipo de tareas.  Mayoritariamente eran trabajos individuales, ya que un sólo "lavadero industrial", existía por entonces en el pueblo de Mar del Plata y daba trabajo a muy pocas mujeres.

   Donde sí se observa una relativa organización del trabajo femenino, fue entre las "costureras o modistas". Aparecieron algunos pocos talleres como el de Catalina de Echeverría  y el de Berta Nouveau, que contaban con máquinas de coser -recientemente importadas al país-, pero en gran parte estas mujeres realizaban sus costuras en su casa, completando el ingreso familiar.

   Entre "otras actividades", figuraban la enseñanza, atender los partos, fabricar cigarros, confeccionar corsetería, panaderas o pasteleras o compartir con el marido o la familia la atención del comercio, eran las otras ocupaciones posibles para las mujeres del pueblo. En el año 1895, había en Mar del Plata 10 maestras, 35 costureras, 17 modistas, 31 cocineras, 30 planchadoras, 83 lavanderas, 114 domésticas, 21 prostitutas y sólo 3 mujeres, se declararon agricultoras y otro tanto fonderas, preceptoras y panaderas.(9)

   Así era la vida de los marplatenses de finales del siglo XIX en una villa que, verano a verano, recibía a la elite porteña que levantaba grandes casonas cercanas al mar. Si se estudia a las personas que el 10 de mayo de 1895 (10), residían en la fonda "La Genovesa", se podrá encontrar implícita la dualidad del pueblo en la complementariedad de las ocupaciones de sus habitantes.

   El empuje que comenzó a tener Mar del Plata hizo que el pueblo, luego ciudad, se fuera modificando y expandiendo territorial, poblacional y económicamente.  Se construyeron nuevas viviendas y por lo tanto, se  formaron nuevos barrios, se instalaron fábricas y comercios.

   La población creció en forma acelerada.  Este incremento en la población, no se debió al crecimiento vegetativo, sino a que Mar del Plata se convirtió en un polo de atracción de mano de obra a causa de las condiciones económicamente favorables.

 

Población urbana y rural del Partido de Gral. Pueyrredón (1881/1980) (*)


 

Año Urbana Rural Total Varones Mujeres
1881 1.014 3.016 4.030 --- ---
1890 1.975 6.664 8.639 --- ---
1895 5.187 5.452 10.639 --- ---
1904 7.756 4.956 12.712 --- ---
1914 28.240 4.700 32.940 --- ---
1934 --- --- 54.683 --- ---
1938 62.914 9.245 72.159 --- ---
1947 114.729 9.182 123.911 64-904 59.007
1960 --- --- 224.824 112.434 112.390
1970 --- --- 317.462 156.532 160.930
1980 419.369 14.791 434.160 211.875 222.285


(*) FUENTE: Archivo Histórico de la Provincia de Bs. As., Archivo Histórico de la Nación. (1881/1980).     NOTA: En oportunidad del censo nacional de 1869, no se tuvo en cuenta a esta región en particular, sino como al conjunto Tandil,  Regiones del Sud y Provincia, pues la zona formaba parte del Partido de Balcarce. REFERENCIA: Desde el año 1879 adquiere su jurisdicción actual.

   

Gráfico poblacional de la década de 1990

   

   Ya para fin del año 2004, la población de Mar del Plata se calcula en, aproximadamente, 750.000 habitantes.

   El país, el mundo y la sociedad cambiaron radicalmente durante la primera mitad del siglo XX.  Atrás quedó la imagen de los tiempos opulentos, de la que el veraneo en Mar del Plata era una clara manifestación. El éxito del modelo agro-exportador fue fuertemente cuestionado a partir de la crisis del año 1930 y el nuevo orden económico internacional que lo sucedió.

   Veremos como evolucionó la base demográfica y ocupacional de Mar del Plata en el decenio de 1940, a medida que adecuaba su vida económica a esas transformaciones y a las que tuvo que adaptarse la Argentina. No obstante en esos años, sobre todo a partir de la coyuntura crítica de la entreguerra, nuestro país mantuvo el impulso de crecimiento sobre la reconversión de su estructura productiva con la industrialización, que empezó en la década de 1920 y se hizo programa político, con los sucesivos gobiernos de la década de 1940.

   Del mismo modo que la base social del poder nacional se transformó y aumentó con la incorporación de nuevos sectores sociales, tampoco la ya ciudad no quedó ajena a ese proceso.  La cantidad de 120.000 habitantes que residían en Mar del Plata en el año 1947, hizo que la ciudad -ajena al conurbano de Buenos Aires- fuera una de las que más había crecido en los últimos años, iniciando una tendencia que se mantuvo hasta la década de 1980.

   Mar del Plata recibió -en menor medida que el Gran Buenos Aires-  una parte del flujo de individuos que se movilizaron de sus pueblos de origen, en particular de los partidos vecinos, cuya base agrícola-ganadera se vio impactada por la recesión del comercio internacional, dando lugar a las concentraciones de población que formaron la fuerza de trabajo necesaria para el empleo industrial.

   La mayoría de los marplatenses eran argentinos o por lo menos las familias inmigrantes, ya contaban con dos generaciones de hijos nacidos en el país. Lamentablemente no se dispone de información oficial tan minuciosa como para períodos anteriores, de modo de dar cuenta de la dimensión individual de esta sociedad.  Las nuevas actividades generaron una base poblacional ocupada en áreas muy dinámicas, dando lugar a una diversidad de oficios requeridos para el sostenimiento de las necesidades básicas de una comunidad importante.

   La población del Partido, creció a niveles superiores a los de la Provincia y la región.  Consecuentemente, se fueron transformando la estructura socio-ocupacional y los vínculos sociales.

   La misma expansión de la ciudad, demandó permanentemente mano de obra que la propia población no podía satisfacer.  La construcción, los servicios al turismo -cada vez más masivo-, los nuevos productos comerciables en el mercado interno, como la papa y los derivados de la pesca, se constituyeron en factores de atracción de trabajadores, prefigurando la gran ciudad que se constituiría en las décadas de los años 1950 y 1960.

   Con las transformaciones de la economía, se modificaron las exigencias del trabajo. En el año 1935, había 379 establecimientos industriales  que ocupaban a 164 empleados administrativos y 2.523 obreros.  En ese entonces se duplicó el valor de las materias primas procesadas, apelando a una fuerza motriz muy estándar todavía, ya que un 86 % de la energía consumida, provenía de motores primarios.  Doce años después, se contó con 779 talleres y fábricas, que daban empleo permanente a 674 empleados administrativos y 5.878 operarios, consumiendo un 30 % de la fuerza motriz proveniente de motores eléctricos.(11)

   En una simple enumeración de las empresas y establecimientos industriales de esos años -algunos de ellos ya de carácter fabril-, se contaba con 1 fábrica de aceites vegetales, 6 de acumuladores de electricidad, 7 de alpargatas y zapatillas, 21 de bolsas de papel, 3 de bulones, 4 de calzado, 4 de camas, 1 de cepillos, 1 de cocinas a leña (económicas) y 1 de impermeables.(12)

   Como en su momento la instalación del ferrocarril o del puerto de ultramar, dejaron ocasionales trabajadores residiendo en Mar del Plata, la construcción de la Ruta 2, los grandes emprendimientos públicos de infraestructuras y la dinámica de la edificación privada, dieron lugar a una intensa radicación y a que aparecieran y prosperaran una serie de empresas vinculadas al sector de la construcción. A principios de la década de 1940, había 10 aserraderos, 7 canteras, 15 carpinterías mecánicas, aproximadamente 40 empresas de construcción, 120 constructores, 6 ebanisterías, 26 ferreterías, 18 fábricas de mosaicos, 30 herrerías, 3 fábricas de cortinas de madera y 10 empresas de yesería.(12)

   La importancia de esta actividad, que llegó a su apogeo en las siguientes dos décadas, multiplicó las posibilidades de empleo a una diversidad de oficios, en la actualidad especializados,  En una estimación realizada por la Municipalidad, para la Comisión Provincial de la Vivienda Obrera, hacia finales de la década de 1930, aparecen contabilizados unos 304 carpinteros, 61 electricistas, 714 pintores, 1.307 albañiles, 37 obreros y peones muebleros, 133 herreros, 99 horneros de ladrillos, 35 oficiales mosaístas, 114 canteristas entre cortadores, barrenistas y peones, 187 carpinteros techistas, 84 trabajadores zingueros y 97 obreros de aserraderos.  Cada oficio contenía una variedad de tipos de ocupación y jornales diferenciados.

   Estas características de un mayor nivel de actividad, así como una más compleja organización de la fuerza laboral, se observó también en la satisfacción de las necesidades de consumo de esa cantidad de habitantes de la ciudad. Ello dio origen a la existencia de 70 bares, 12 bodegas fraccionadoras, 147 carnicerías, 17 lecherías, 4 fábricas de fideos, 2 de pastas frescas, 21 imprentas, 16 agencias de automóviles, 20 agencias de lotería, 24 bicicleterías, 46 negocios de compra y venta, 2 fábricas de escobas, 4 fábricas de jabón, 16 fábricas de muebles, 3 fábricas de hielo, 200 fruterías, 23 sastrerías, 1 academia de baile y 9 de corte y confección, sin considerar el centenar de hoteles de categorías diversas, estimulados por la expansión de la actividad balnearia (12).  Los martilleros públicos y las 52 casas de remates y comisiones tuvieron más relación con la especulación inmobiliaria que con la comercialización de la producción rural.  Entre las profesiones independientes se contó con 12 parteras, 90 médicos de distintas especialidades y aproximadamente 40 profesionales universitarios, entre arquitectos e ingenieros.

   La recuperación de la pesca debido a la rentabilidad de la industrialización, derivó en una de las principales actividades, donde la creciente población encontró empleo.  Con la construcción del puerto de ultramar (finalizado en la década de 1920), se fue habitando la zona aledaña y conformando el definitivo barrio de los pescadores.

   La extracción marítima fue industrializada en los saladeros de pescado o en las fábricas de conserva, dando ocupación a gran cantidad de personas que trabajaron por jornal. La actividad era estacional, por lo que los meses de mayor demanda de empleo eran la "temporada de la anchoita" (de mayo a julio).  Este era uno de los rubros más importantes en cuanto a incorporación de capital y mano de obra de la economía urbana, configurando una organización de la producción bastante compleja que, con el aporte de moderna tecnología y maquinaria, permitió el acceso al comercio de exportación.

   Del total de 93.282 adultos que vivían en la ciudad (49.519 varones y 43.763 mujeres), más de 89.000 declararon desempeñarse en alguna ocupación.  Entre las mujeres, la gran mayoría se dedicaba a la atención de sus hogares, al servicio doméstico o las ocupaciones femeninas tradicionales.  Sólo 7.545 de ellas, percibían un salario en un empleo fuera de su casa, diferente del trabajo doméstico, ya sea en el sector industrial o en el comercio. Aunque no existen precisiones oficiales respecto de la cantidad de personal que ocupaba el comercio, gran cantidad de estas mujeres ganaba su sueldo en algunas de las importantes tiendas que como James Smart, Gath y Chaves, Casa Boo, Casa Galver, Los Gallegos o en otros comercios como la joyería y relojería Casa Escasany o en venta de café Al Grano de Café y Bonafide, entre otros muchos tipos de comercios más, que se habían instalado en la ciudad no mucho tiempo atrás.   

   Las razones más significativas para esta expansión a mediados de la década de 1930, fueron el desarrollo de la construcción, mediante la realización de grandes obras públicas o privadas, la expansión del comercio, el crecimiento del sector pesquero y más tarde el desarrollo de otras industrias, como la textil.  Esta situación determinó que se multiplicaran las posibilidades de empleo con un carácter netamente estacional.  Los trabajadores, generalmente durante el invierno, eran contratados en la construcción o en el puerto, mientras que en verano, se ligaban a ocupaciones de demanda turística como ser, mozos, vendedores, operarios, cocineros o cocineras, camareras, mucamas, lavanderas, niñeras, recepcionistas, etc.  De esta manera, Mar del Plata a mediados de la década de 1940 se convirtió en uno de los más importantes polos de atracción de mano de obra.

   Así en la década de 1940, en la industria de la construcción trabajaban alrededor de 12.000 obreros.  A diferencia de otros gremios, éste fue el que tuvo mejores condiciones laborales y sus jornales eran los más elevados de la Provincia de Buenos Aires e incluso del país.  La contratación de mano de obra masculina fue en aumento durante la década de 1960, a raíz de la construcción de los edificios en propiedad horizontal, mientras que en la década siguiente tendió a disminuir.

   Las actividades vinculadas con el turismo eran numerosas y diversas.  Para la década de 1940, el personal ocupado en hoteles y pensiones, ascendía a 7.400 empleados, cifra que llegó -aproximadamente- a 10.000 empleados a fines de la década de 1960.  Las condiciones de trabajo eran muy severas pues sus horarios comprendían más de 14 horas diarias y los salarios estaban sujetos a modificaciones pues los empleados no tenían ninguna protección laboral.  Similares condiciones tenían los trabajadores del lavado y planchado, los sastres y las costureras.

   Al mismo tiempo, cuando llegaba el verano se incrementaban las solicitudes de personal doméstico: mucamas, cocineras, niñeras o lavanderas.  Eran mujeres las que ocupaban estos empleos y generalmente, eran menores de edad.  Por lo general venían a Mar del Plata de los pueblos vecinos o de las zonas rurales, dejando a sus familias para mejorar su situación económica y social.  En su mayoría estas trabajadoras eran argentinas, pero entre las cocineras había un alto porcentaje de extranjeras.  En cuanto a los salarios eran los más bajos en relación a los demás.  En este sentido, este sector fue el más desprotegido y desvalorizado social y económicamente; aún hoy se les reconoce menos derechos que a cualquier otra trabajadora.  En la década de 1960, las empleadas domésticas tuvieron mayor movilidad en cuanto a los empleos, dado que fue más común la contratación por hora de sus servicios.

   Los empleados de comercio eran, en la década de 1940, alrededor de 5.000 empleados mientras que en la década de 1960, Mar del Plata ocupaba en la provincia de Buenos Aires, el segundo lugar en cantidad de comercios con 22.818 empleados.(13)

   Una característica de esta actividad era su diversificación, pues había empleados de bazares, ferreterías, pinturerías, tiendas, mercerías, farmacias, etc.  Los lugares de trabajo eran, en general, pequeños negocios con dos o tres empleados, salvo las grandes tiendas que habrían sus puertas solamente en verano como Harrods, Gath y Chaves o Casa Tow.  Desde Buenos Aires y durante el verano, estas casas de comercio enviaban parte del personal masculino a Mar del Plata.  A raíz de esto era frecuente que estos empleados iniciaran relaciones con los marplatenses, muchas de las cuales terminaron en casamiento.  En casi todos los casos, el nuevo matrimonio se radicaba en la ciudad.

    Durante la década de 1940, a estos empleados no se les respetaban los francos ni las horas extras y según el sector o rama, se trabajaba por mes o a destajo.  También, existía una desigualdad salarial entre hombres y mujeres.  En los primeros convenios colectivos de trabajo, se puso límite a los horarios de salida para las mujeres y los menores, no pudiendo trabajar después de las 20,30 horas, ni los sábados a la tarde, ni los domingos.  A fines de la década de 1950, el Ministerio de Trabajo, sancionaba a los comercios que violaran esta disposición con multas hasta $ 20.000.- y $ 100.000.-.  Otras mujeres optaron por trabajos independientes, como las propietarias de comercios.

   En cuanto a los que trabajaban en la industria pesquera en tierra, en la década de 1940 eran alrededor de 4.000 trabajadores, cifra que llegó a los 7.000 en la década de 1960.  Es posible que este número sea mucho más elevado, dado que muchas empresas tenían trabajadores en "negro".  Este sector demandaba preferentemente mano de obra femenina.  Era una actividad que se mantenía al margen del turismo, pues el producto elaborado se colocaba en el mercado externo.

   La característica en común con los otros empleos era su condición de estacionalidad, tal cual hoy día.  De  mayo a julio, los trabajadores eran contratados para la temporada de la anchoita y la caballa.  Más tarde se incorporó el atún lo que le dio continuidad al trabajo de este sector.  En la década de 1940, las condiciones laborales de la industria pesquera eran bastante desfavorables, pues se trabajaba durante 12 ó 14 horas de pié durante toda la jornada, con los pies en el agua y las manos frías a raíz de trabajar el pescado congelado.

   En general se pagaba a destajo y los obreros no gozaban de ningún tipo de beneficios sociales.  Como para esta actividad no se requería ningún tipo de experiencia previa para entrar a trabajar, ingresaban a edades diversas, desde los 13 ó 14 años hasta los 45 ó 48 años.  En su mayoría era la franja social de menores recursos,  la que optaba por este tipo de actividad.

   Durante el verano se acercaban a la ciudad migrantes de otras provincias e incluso de Buenos Aires.  Era común ver a los santiagueños que venían a "hacer el verano".  La inmigración interna fue tal, que comenzó a formarse en Mar del Plata una "Federación de Residentes Marplatenses".  También, después de la segunda Guerra Mundial, llegaron a nuestro país muchos inmigrantes, especialmente italianos, de los cuales un porcentaje considerable se instaló en Mar del Plata.

   Muchos de estos italianos dieron nacimiento a la industria textil en la década de 1950, la que creció vertiginosamente al aprovechar las condiciones favorables que le ofrecía la ciudad: un excelente mercado para colocar los tejidos de punto, a raíz del importante movimiento turístico.

   Esta actividad era considerada femenina, pues cada una de las tareas que demandaba el oficio, era ocupada por mujeres: devanadoras, remalladoras, cortadoras, planchadoras, tejedoras.  Generalmente, las operarias entraban a trabajar desde muy jóvenes, lo que les permitía aprender el oficio, ascender en la categoría y tener mayores posibilidades de negociar su jornal, tanto en la misma fábrica como en otra.  Al mismo tiempo, la aspiración de estas mujeres era comprar su propia máquina de tejer y así trabajar en sus propios hogares sin descuidar la crianza de sus hijos y la organización de sus casas.

   Este proceso de expansión de Mar del Plata, la multiplicación de los hoteles, comercios y balnearios, conjuntamente con la ejecución de obras públicas, atrajo también la llegada de inmigrantes provenientes de países limítrofes.  Muchos ciudadanos chilenos, se instalaron en la localidad de Batán, atraídos por la oferta de trabajo para la explotación de las canteras de piedra, situadas en esa zona.

   Estos inmigrantes procedentes de las provincias del interior y de los países limítrofes, encontraron en Mar del Plata la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida.  En la localidad de Batán, cercana a Mar del Plata, se incorporaron como picapedreros o en los hornos de ladrillos, como cortadores.

   Años más tarde, cuando la producción de las canteras disminuyó, muchos habitantes de Batán comenzaron a trabajar en las industrias de pescado del Puerto marplatense, en empresas de la construcción y en el trabajo de quintas.  Para muchos, este cambio laboral significó también un cambio en la ubicación de sus domicilios y de esta forma, se instalaron en Mar del Plata.  Estos grupos se ubicaron, preferentemente, en los barrios Las Heras, Puerto, Belgrano, Ciento Ochenta y Martillo Nuevo.

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(1)- Sanchez Albornoz, Nicolás: "Poblamiento y despoblamiento rural en la provincia de Buenos Aires, 1860-1960", en "Anuario de la Escuela de Historia de Rosario", nº 11, 1985, pp.251-266.

(2)- Gallo, Ezequiel: "La Pampa Gringa". Bs. As., Sudanericana, 1982.

(3)- Archivo General de la Nación: "Cédulas del II Censo Nacional de Población y Economía de 1895".

(4)- Estudios de Enrique Borthiry, Roberto Cova, Félix de Ayeza, Roberto Barili, Julio C. Gascón, entre otros.

(5)- "Cédulas del Censo Económico Nacional de 1895".

(6)- "La Capital", Mar del Plata, años 1906 y 1907.

(7)- Se denomina "familia nuclear", al grupo constituido directamente por el matrimonio y los hijos, sin la convivencia o la residencia con generaciones anteriores o personas agregadas.

(8)- Reher, David: "Familia, población y sociedad en la provincia de Cuenca, 1700-1970, Madrid, Siglo XXI, 1988. Capítulo I, Las dimensiones del problema.

(9)- Cédula del Censo Económico del año 1895.

(10)- Fecha de realización del: II Censo Nacional de Población y del I Censo Económico.

(11)- Cifras del Censo Industrial del año 1935 y del IV Censo Nacional del año 1947.

(12)- Suárez Menéndez, Santos: "Historia de Mar del Plata", Buenos Aires, 2ª Ed., 1945.

(13)- FUENTE: Centro de Empleados de Comercio.

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